Los chicos de 1º de ESO comenzamos nuestra travesía el viernes 22. Nos levantamos a las 7 de la mañana, metimos nuestros sacos en las mochilas, ya preparadas del día anterior y desayunamos entre legañas, caras de frío y emoción. Algunos ansiosos por empezar, otros con ganas de volver al saco y la mayoría expectantes ante lo que teníamos por delante.
Gracias a Isaac, que se levantó para llevarnos, pudimos ahorrarnos unos kilómetros de carretera y así comenzar más cerca de Aguas Tuertas. Nuestro primer destino era el Ibón de Estanés. Durante la mañana el tiempo nos acompañó, disfrutamos de la caminata por Aguas Tuertas entre el sol, las vacas, risas, algunos potrillos y algún dólmen. La cosa empezó a complicarse cuando comenzamos la subida hacia el collado de Estanés, la niebla se cernió sobre nosotros y a ratos era díficil ver más de una decena de metros. Gracias a la buena señalización del GR-11 y a ser una ruta bastante concurrida no tuvimos ningún problema durante la subida. La bajada se hizo más larga de lo habitual, en vez de los tres cuartos de hora que suele costar descender del collado al ibón, debido a la niebla nos costó cerca de dos horas. La preparación de la travesía que habíamos realizado un mes antes y el conocimiento de la zona fueron fundamentales para encontrar con relativa tranquilidad, y sin tener que echar mano del GPS, la pradera pegada al ibón en la que acampamos. Para los chicos fue algo frustrante no poder disfrutar del paisaje y tener que detenerse a menudo mientras un monitor se adelantaba por el sendero comprobando las reconfortantes marcas rojiblancas que señalan el recorrido de todos los GR. A pesar de que la niebla provocó algunas caras de preocupación entre los chicos hasta que vieron el ibón, creo que aprendieron una valiosa lección, a la montaña hay que ir preparado, conocer el terreno o haberlo estudiado, saber mantener la calma y llevar sistemas de seguridad que te puedan sacar de algún apuro. Llegamos al ibón a las 4 de la tarde, comimos, plantamos las tiendas y pasamos la tarde entre risas y juegos dentro de las tiendas.
El segundo día la niebla escampó y fue curioso observar las caras de asombro de los chicos al salir de la tienda y ver el ibón por completo delante de sus narices. El día fue estupendo, tras una empinada ascensión pudimos atravesar el Valle de los Sarrios, precioso e impresionante. Rellenamos nuestras cantimploras en La Paul de Vernera, una bonita pradera a los pies de la cara noreste del Bisaurín y disfrutamos del primer Tang de la travesía. Tras un breve descanso descendimos hasta el refugio de Lizara al que llegamos a comer en torno a las 3 de la tarde. Otra tarde tranquila, aunque muy ventosa. Antes del anochecer acondicionamos, a base de quitar piedras y boñigas de vaca un pequeño llano protegido del viento en el que dormimos al raso. Una noche mágica en la que el frío y el viento no consiguieron evitar que asomáramos nuestros rostros fuera del saco para contemplar un maravilloso cielo estrellado. Hay cosas como esta de las que no se puede disfrutar en la ciudad.
El tercer día amaneció con mucho viento, pensabamos levantarnos a las 6 de la mañana para comenzar temprano el ascenso al Bisaurín. Por desgracia, cuando nuestros ojos se alzaron hacia su cumbre, todo lo que pudimos ver fueron nubes y más nubes, de lo que el día anterior era una majestuosa montaña que dominaba el valle, solo se veían las faldas, con sus praderas, pedreras y caminos perdiendose en la niebla. Aunque no pudimos ascenderlo, esa noche el Bisaurín nos había protegido de las tormentas reteniendo las nubes al otro lado del valle. Dado que llevabamos tiempo de sobra, porque la idea de subir el pico se antojaba imposible, decidimos tomarnos un desayuno caliente en el refugio gracias al cual los chicos recuperaron sus sonsrisas tras la mala noticia. Ascendimos el collado de Lo Foratón, siguiendo la ruta normal al Bisaurín pero descendiendolo por su vertiente oeste en lugar de acometer la empinada subida hacia el pico. En lo alto del collado, a 2.016 metros de altura, fuertes ráfagas de viento nos azotaron, algunos las usaron para intentar imitar a Michael Jackson, inclinandose hacia delante mucho más de lo aparentemente posible. La bajada estuvo salpicada de divertidas y bonitas anécdotas, un chorizo compartido con una familia holandesa, un toro en celo que dejó atónitos a los chicos, una manada de caballos al galope que pasó a nuestro lado...
Llegamos a media tarde al refugio de Gabardito, merendamos y descansamos, algunos que tenían energías de sobra se entretuvieron practicando a construir cabañas al más puro estilo
Bear Grylls en "El último superviviente". Dormimos en una pequeña cabaña cerca de Gabardito, la noche fue lluviosa y la última mañana amaneció muy nublada. No pudimos pasar la mañana en las pozas como habíamos planeado por lo que llegamos los primero al campamento, revisamos nuestro material, deshicimos las mochilas, nos duchamos y descansamos.
Han sido cuatro maravillosos días en los que hemos estrechado lazos, el grupo se ha unido más, hemos descubierto virtudes de compañeros que no conocíamos del todo, y también defectos, algunos han llorado y todos nos hemos cansado. Nos hemos enfadado, pedido perdón y reconciliado. Hemos sufrido y también nos hemos alegrado al alcanzar metas que parecían imposibles. Hemos aprendido a respetar la naturaleza a quererla y a dejar que nos asombre, a observar un paisaje, a interpretarlo, a ver la belleza en las pequeñas cosas que nos hemos ido encontrando, como una flor o una mariposa, y también en las grandes y majestuosas, como las montañas y valles que nos han rodeado o el profundo e inabarcable cielo estrellado de una noche en el Pirineo. Pero ante todo, nos hemos reído y hemos disfrutado.
Y aquí, vamos a intentar enseñároslo casi todo...